Crónica de feria
Pago tres soles en la boletería y esto me hace pensar si realmente estaré entrando a una feria de libros o es acaso un estadio deportivo. Afortunadamente el enorme afiche de la entrada me lo confirma: FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE LIMA 2012, bienvenidos.
En el primer stand hay un hombre que brinda información diversa mientras varias personas se afanan en llenar sus tickets para participar en el sorteo de una superbiblioteca valorizada en diez mil soles, o algo así. Sigo de largo, hace tiempo que he dejado de confiar en la suerte.
Veo los stands abarrotados de libros, los pasillos llenos de hipsters, amas de casa con sus niños de la mano y una que otra parejita despistada. La mayoría de puestos ofrecen lo mismo que el año pasado: buenos y malos libros, pero todos caros. Por suerte, en el stand de una librería, cuyo nombre no recuerdo, hay libros de la usurera Anagrama a treinta y cuarenta por ciento de descuento. En un instante de emoción compro "Comeclavos" de Albert Cohen por la módica suma de veinte soles.
Sigo caminando y una mujer de muy mal semblante y peor ánimo me ofrece sándwiches y café. ¿A cómo el sándwich de pollo? Cinco soles joven. Sigo de largo.
Junto a mí un muchachito de editorial Planeta anuncia, con megáfono en mano y tratando de imitar la voz de los anunciantes de supermercados, que el buen Alonso Cueto estará firmando autógrafos en pocos minutos. Media hora después vuelvo al stand de Planeta y veo a Don Alonso mosqueándose en un rincón. Descuida, le digo en silencio, hoy más que nunca se confirma aquello que tú mismo dijiste: La Literatura es un acto en soledad.
Metros más allá un cartel bastante grande anuncia: Editorial Arkabas (o algo así, la memoria no me ayuda a estas horas) Editamos tu libro. ¿Cómo es lo de la edición de libros?, indago. Bueno, me dice una joven pequeñita, de apariencia intelectual y escote provocador, si ya tienes tu manuscrito te podemos hacer una cotización, nosotros nos encargamos de la corrección íntegra de tu libro, publicación, distribución y publicidad. Ah, interesante, pienso, explíqueme un poco más. Bueno, me dice entusiasmada, nos indicas cuantas páginas tiene tu libro, si lo quieres con fotos o sólo texto, el tipo de papel, nos das alguna idea de cómo quieres la portada y te hacemos una cotización, tu pagas el importe completo de la edición y listo, publicamos tu libro y nos encargamos de colocarlo en librerías conocidas como Crisol (tenemos contactos, añade a media voz pero con entonación ufana), te hacemos además la publicidad, y bla bla bla... Gracias señorita, le digo al ver que, desbordada por el entusiasmo, me ofrece un formulario para llenar una pre-cotización (totalmente referencial, afirma y reafirma, como si no fuera a creerle, y si estás interesado podemos hacerte un reajuste al precio y bla bla bla...). Gracias, en otro momento, digo con desdén para desanimarla. Camino con dirección a la salida pensando en los tiempos cuando para publicar un libro primero debías ser evaluado por un riguroso comité editorial que, en caso lo mereciese, podían tirar tu manuscrito al traste sin miramientos ni conmiseraciones.
Una vez fuera de la feria me dirijo al chifa “PON TU” y pido un chaufa con pollo a la brasa más una cocacolita personal (Todo por siete soles cincuenta, sin cotización previa). Mientras espero mi pedido abro "Comeclavos" y apenas en un par de páginas Albert Cohen me hace recordar que, felizmente, la Literatura no está hecha de esos objetos llamados libros, sino de lo que está escrito en ellos.
Imagen: http://www.filperu.com/