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Mario Bellatín y Edmundo Paz Soldán, correspondencia digital.

Publicado: 2013-01-28

Ha salido a la luz un pequeño intercambio de mensajes entre dos escritores contemporáneos, Mario Bellatín (México 1960) y Edmundo Paz Soldán (Bolivia 1967), conversaciones ocurridas entre octubre y noviembre del 2012. Al rededor de las drogas, la literatura y un poco de nostalgia, ambos escritores nos dejan algunas reflexiones siempre con un una dosis de saludable ironía.

Me quedo sobre todo con aquella anécdota que cuenta Mario Bellatín que bien podría servir para un buen cuento:

Yo acabo de volver de Montevideo, y no puedo con la nostalgia. Como una suerte de nostalgia de lo no vivido, pues solamente estuve antes una vez y por pocos días. Me gustaría que existiera una historia que me vinculara con esa ciudad. Tener un pretexto para regresar. Tengo ya hasta una medalla otorgada en una ceremonia a la que para colmo llegué tarde. Mientras estaba todo preparado para otorgármela me quedé dormido. ¿Qué extraño no? Estaba listo para ir a la ceremonia de entrega y me puse a revisar ciertos textos mientras llegaba la hora. De pronto fui despertado por el teléfono, a través del cual me informaban que la ceremonia estaba preparada, las autoridades y el público esperando, y yo me encontraba acostado durmiendo de forma profunda. Todo estaba construido como si se tratara de una pesadilla. Como si te dijera anoche soñé que me iban a dar una medalla y todos los asistentes se encontraban desconcertados al enterarse que el medalleado se encontraba en ese momento dormido...

Las conversaciones completas aquí:

Mario Bellatin

8 de octubre, 
23:12

Precisamente ayer estuve con Valeria Luiselli, quien leyó un fragmento de un texto que publicó en Granta, que a su vez es su nueva novela... Una hija habla de la locura de sus padres setenteros...¿se estará creando un nuevo subgénero? me pregunto...ahora estoy muy preocupado porque acabo de cancelar mi visita a la Feria del Libro de Montevideo... Tenía muchas ganas de regresar a esa ciudad que conocí guiado por Fowgill, pero tuve la mala fortuna de acceder que un editor local me publicara unos textos... no sabes Edmundo el asedio, las malas maniobras, ese lenguaje medio chistosón medio serio que tan bien conocemos...exigencias una tras otra hasta que dije basta... Precisamente ahora debo enfrentar mi negativa, me piden que recapacite, no sé qué hacer, yo solo me meto en estos problemas por seguir mi arrebato de ver de nuevo esa ciudad tan enigmática... precisamente ahora, en este momento, debo tratar de ver cómo soluciono esto... Y cómo explicar mi decisión además, pues fueron decenas de pequeños puntos que se fueron sumando hasta que reventara la olla....

Edmundo Paz Soldán

8 de octubre, 23:43

Curiosamente conocí a Fogwill en Montevideo, muy poco antes de su muerte. Contó que estaba muy mal de los pulmones y luego salió del restaurante a fumar en la acera. En la noche fui a su presentación en el festival Eñe y lo vi hacer un "cover" de Fogwill. Repartía piropos e insultos por el auditorio, y alguna gente, escandalizada, se salía. Pensé, qué cansador ser uno mismo… Yo creo que deberíamos crear un nuevo subgénero, de padres setenteros que hablen de la locura de sus hijos que escriben novelas de padres setenteros. Pero mejor no digo nada, porque yo también escribí una novela así, hace como diez años. Ahora quisiera escribir sobre mis visiones. Hace unos seis meses fui al amazonas boliviano y tuve una experiencia alucinógena de la que no me recupero del todo. Cuando ya estoy a punto de dormirme y las luces están apagadas, me pongo a soñar y luego descubro que mis ojos siguen abiertos. Me siento como en el cuento del ajolote ese, veo seres como el ajolote, que están detrás de una barrera y me miran como pidiéndome ser liberados. Y me ataca la ansiedad, porque tengo miedo que eso ocurra y vengan hacia mí.

Mario Bellatín

15 de octubre, 08:14

No, Edmundo, ayahuasca no. Vas a ser tú el personaje principal del nuevo subgénero. Como suertes de autobiografías encubiertas en relatos que tratan de relatar a los padres. ¿Pero tú tuviste padres setenteros? No me refiero a la cronología sino al estilo de vida. ¿Mantenían una relación abierta, fumaban marihuana en forma constante? ¿Fuiste acaso de esos niños que se levantaban en las mañanas y descubrían que en lugar de dos tenían cuatro padres? Creo que mejor sería hablar de cada uno de nosotros desde una perspectiva propia. Me parece que si ponemos el punto de centro en lo personal somos capaces de hallar más sorpresas. Se puede escapar de un molde de una manera más interesante y profunda. No sé qué pienses. Tomemos como ejemplo tu experiencia con alucinógenos naturales. Una cosa es que la cuentes tú - que la harías única- y otra alguno de tus hijos - que la convertiría en sólo una anécdota más para construir un personaje-. Yo acabo de volver de Montevideo, y no puedo con la nostalgia. Como una suerte de nostalgia de lo no vivido, pues solamente estuve antes una vez y por pocos días. Me gustaría que existiera una historia que me vinculara con esa ciudad. Tener un pretexto para regresar. Tengo ya hasta una medalla otorgada en una ceremonia a la que para colmo llegué tarde. Mientras estaba todo preparado para otorgármela me quedé dormido. ¿Qué extraño no? Estaba listo para ir a la ceremonia de entrega y me puse a revisar ciertos textos mientras llegaba la hora. De pronto fui despertado por el teléfono, a través del cual me informaban que la ceremonia estaba preparada, las autoridades y el público esperando, y yo me encontraba acostado durmiendo de forma profunda. Todo estaba construido como si se tratara de una pesadilla. Como si te dijera anoche soñé que me iban a dar una medalla y todos los asistentes se encontraban desconcertados al enterarse que el medalleado se encontraba en ese momento dormido...

Edmundo Paz Soldán

22 de octubre, 19:22

No sé qué suena más raro, Mario, que te den una medalla o quedarte dormido mientras te la den. Es un poco curioso esto de la respetabilidad literaria, ¿no? Yo durante muchos años viví en Cochabamba en una calle que se llamaba Diómedes de Pereyra. Solo al final de los años me enteré que el tal Diómedes era un escritor decimonónico. Ya la historia lo olvidó, pero queda su calle, y seguro México está lleno de calles y plazas con nombres de escritores olvidados. Pero hubo un momento en que se juzgó que el buen Diómedes necesitaba una calle con su nombre. O quizás también haya tenido tiempo de recibir una medalla. Yo debería ponerme a leer a Diómedes, seguro sus libros están en la biblioteca de Cornell. Y en Uruguay deberían leerte con más cuidado. Porque si lo hubieran hecho a tiempo no te habrían dado esa medalla. Y si lo hicieran ahora quizás te escriban pidiéndote que se las devuelvas. Mi última novela es de un asesino serial y en la presentación en Cochabamba muchas amigas de mi mamá, emocionadas, compraron el libro. Y lo hicieron leer en sus clubs del libro. Un día hablé con mi mamá y ella estaba muy enojada conmigo. Que cómo había sido capaz de escribir esas cosas con tanto morbo. Las amigas que llevaron el libro a sus clubs, avergonzadas. Tienes que disculparte, dijo mi mamá, citando una reseña que acababa de salir en la prensa, de un crítico molesto por mi descenso en los pantanos. Y yo pensé que alguien había vivido muy engañado. O quizás todos. Y me pregunté cuánta gente estaba en esa presentación por las razones equivocadas. Por la respetabilidad de la literatura. Se había comprado mi novela por las razones equivocadas. Reconozco que estaba feliz de ver tanta gente, pero ahora ya no lo estoy tanto. Quizás debí haberme quedado dormido mientras presentaban la novela.

Mario Bellatín

23 de octubre, 19:18

Dios santo, tantas cosas para decir que me quedo mudo... Esta noche empiezo... Ahora corro lolo corro..¿cómo estàs?...

Edmundo Paz Soldán

23 de octubre, 19:30

Muy bien, terminando nueva novela. Se llama Iris y dialoga con la ciencia ficción. Es una novela de guerra, sobre las aventuras imperiales post-11 de septiembre. Una distopía. También es sobre nuestra relación con las drogas. Si no puedo explicarla mejor es porque todavía la estoy escribiendo. Aunque quizás después lo mejor sea no explicarla. ¿Y a ti cómo te fue con el musical?

Mario Bellatín

21 de noviembre, 20:12

Creo querido edmundo que nuestra relación con las drogas va a variar hasta el punto de no existir. Al dejar de llamar drogas a las drogas dejarán de estar presentes de la manera como lo están actualmente. He notado que en los Diez Mandamientos no hay nada relacionado a ellas. Quizá por eso muchos de los dealers realizan su trabajo en sus casas, delante de sus familias... Allí no está el crimen de ninguna manera... Aparte, me parecen las drogas aburridas a pesar de estar prohibidas, imagínate si además se les quitara esa aura, sería estoy seguro la manera más efectiva para que la gente deje de consumirlas. Lo que sucede -y es desesperante- es que no te llevan a ningún lugar. No son un espacio de construcción. Caen siempre dentro de su misma no continuación, y yo ya he desechado de mi vida todo aquello que no sirva para construir algo. Casi todo debe contar algo que esté más allá de lo
que está contando, y las drogas suelen ser lo que son. Ni más ni menos. Precisamente la primera frase del libro que hago ahora comienza con la frase de que Berlín es la ciudad más interesante para consumir LSD. Recuerdo cierta noche de luna, cómo iba viendo pasar las nubes y cómo a través de ese espectáculo iba narrando a mis compañeros de vuelo una biografía. La de aquel personaje cuya vida brillaba cuando la luna se mostraba descubierta, y que sufría tragedias extremas cuando era anulada por la bruma. En otra ocasión descubrimos lo interesante que puede ser la pecera que se mostraban desde una toma estática que duraba varias horas seguidas. Cada uno de los peces tenía un nombre definido, y cada uno protagonizaba una serie de historias que solamente nosotros éramos capaces de estructurar....¿ sigues en Bolivia? Es peligroso quedarse mucho tiempo en un país semejante, porque cuenta con una serie de mecanismos para hacerte creer que eres de allí, y que olvides el resto del mundo....

Edmundo Paz Soldán

24 de noviembre, 21:00

Hay una novela de Edward St. Aubyn en la que el narrador dice algo sobre las drogas muy similar a lo que tú acabas de decir. Eso de que buscaba epifanías con el ácido y que luego descubrió que el ácido no buscaba más epifanías que la suya propia. Esto no es una paráfrasis, en este momento me estoy inventando la frase, pero esa era la idea, más o menos. Con todo, creo que nuestra relación con las drogas es bien compleja. Y sí, a la larga esos viajes pueden resultar aburridos y puede que no construyan mucho, pero a mí me han servido para destruir ciertas cosas que tenía muy sólidas. El principio de realidad, por ejemplo. La razón, que terminó en un bolsillo y anda medio asustada y no quiere salir del todo. A ratos asoma la cabeza, pero cuando cae la tarde y veo los árboles del jardín, siento que cualquier momento esos árboles pueden resquejabrarse. Ya me fui de Bolivia pero vuelvo este diciembre. Dicen mis amigos que en el avión comienzo a practicar mi acento cochabambino, y que una vez allá soy un cochabambino más, con todo lo que ello implica.

Artículo original:  http://www.mastraviesa.com/


Escrito por

Perico de los Palotes

Amo la Literatura y la fotografía. Nací sin talento para ejercer alguno de estos oficios, también sufro de pánico escénico.


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